Una tarde como otra cualquiera, Israel Ruiz, creador y fundador del proyecto, se encuentra hablando con Tom Puyabert, un micro-elaborador de origen riojano; discuten sobre que estaría bien que “Un loco altruista” apostase por la microelaboración y crease un punto de venta en el que únicamente se despachasen vinos creados por estos elaboradores.
Por norma general, cualquier empresario habría declinado esta propuesta, ya que el mercado de la microelaboración no está asentado en nuestro país, de hecho aun ni existe, y la rentabilidad del mismo no parecía prometer gran cosa, pero Israel ya formaba parte de un grupo consolidado de empresas, por lo que podía permitirse el lujo de apostar por un negocio, que inicialmente, parecía ser demasiado arriesgado y que no buscaba el mero beneficio, si no, comunicar, dar a entender y hacer ver a los consumidores que existen vinos que nacen de por sueños o por amor a la tierra y a las viñas de los padres y abuelos de los microelaboradores.
Vinos vendimiados con arneses, fermentados en lagares medievales encontrados en piedra cavada o madurados a decenas de metros bajo el mar, son solo ejemplos de la cultura de estos microelaboradores que Microvinos quiere dar a conocer.
